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Mostrando las entradas etiquetadas como forestalistas

La gente de bien

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  Meter la pata, es de humanos. Algo frecuente además, cuando uno está expuesto al público y colgado del micrófono todo el día, por lo que, resulta bastante comprensible que, de vez en cuando, se patine más que en una pista de hockey sobre hielo. Algo así debió ocurrirle a Alberto Núñez Feijoo cuando en un pleno senatorial apeló a la gente de bien para reprocharle al presidente Sánchez la aprobación de la ley trans. La expresión en sí, me reconocerán, es ciertamente, viejuna. Hace referencia a unos tiempos en que la sociedad se dividía en buenos y malos, particularmente, buenos eran aquellos que seguían las normas de la iglesia y del Estado omnipotente, mientras los malos, eran los rebeldes ante dichos poderes. Los rojillos, resumiendo. Escuchándole, reflexioné, pensé mejor dicho, sobre qué gente será la que Feijoo considera como “gente de bien” pero al mismo tiempo, reflexioné sobre lo que yo podría calificar como “gente de bien” y sorprendentemente, me vinieron muchas imágenes a

Happyguays

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  Les tengo que reconocer, me gusta la política. Estoy orgulloso de haber sido alcalde de mi pueblo durante ocho años y durante otros muchos años, cada vez que había elecciones al Gobierno Vasco, mi nombre saltaba entre los primeros nombres para diferentes puestos de responsabilidad, sabiendo los que lanzaban mi nombre al ruedo, que la mejor forma de quemar las posibilidades de una persona, es plantearla desde el primer momento. Nunca me ofrecieron nada, puesto que los que podrían haberlo hecho, son conocedores de que, además de mis limitaciones intelectuales y mis escasas dotes diplomáticas, no soy persona que me mantengo callada ante lo que no comparto y por lo tanto, imagino, que habrán preferido no arriesgarse. Ahora, con mi edad y desde la responsabilidad que tengo en mi trabajo, me dedico, entre otras cosas, a controlar, en la medida de nuestras posibilidades, la acción gubernamental y a hacer propuestas con carácter propositivo. Todo esto venía a cuento porque les tengo que r

Fragancia de eucalipto

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  Como se habrán percatado, a lo largo del año, se celebran cientos, cuando no miles, de días internacionales con motivos lo más dispares y estrambóticos que se le pueda ocurrir a uno. Hace bien poco supe que hasta uno de mis platos preferidos, la ensaladilla rusa, tenía su propia efeméride, concretamente, el 14 de noviembre, aunque este juntaletras lo celebre a lo largo y ancho del año, cuantas veces pueda. Hablando de efemerides, les recuerdo que el 21 de marzo suele celebrarse el día del árbol, un día señalado en el calendario donde muchos centros escolares y no menos ayuntamientos, se lanzan en tromba a plantar arbolitos a doquier para cumplir con el rito y mostrar su firme compromiso medioambiental. Ahora bien, en la inmensa mayoría de las ocasiones, el compromiso dura lo que se tarda en recoger y guardar los aperos utilizados y así, los arbolitos de marras acaban secándose o muriendo a los pocos meses. Quizás piensen que con plantar se acaba la tarea. Ingenuidad o

El paraíso público

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Conozco gente que tras semanas de consumismo desenfrenado y despendole incontenible, cuando van al cajero a sacar dinero es cuando caen en la cuenta de que, a lo largo de los últimos tiempos, han actuado de forma irresponsable y sin tomar en consideración las consecuencias, tan directas como innegables, de su irrefrenable pasión consumista. Algo similar, salvadas las distancias, le ha ocurrido a la sociedad vasca con el drama del vertedero de Zaldibar que a la vez que enterraba dos vidas (confío en pronto hallazgo) desenterraba, afloraba mejor dicho, una debilidad de nuestra sociedad y de nuestro sistema productivo, la gestión de los residuos industriales, cuestión a la que, como sociedad, poca o nula atención hemos venido prestando hasta que, fatídicamente, un deslizamiento nos ha puesto frente al espejo de nuestras miserias. Paradójicamente, ninguno, incluso aquellos que utilizan la cuestión para desgastar políticamente al Gobierno de turno, han planteado en el pasado recie

El león de mi cuñado

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No sé si sabrá que cada día del calendario es adoptado como el día internacional de numerosas efemérides, causas loables y de paso, de un montón de peregrinas chorradas. Pues bien, le informo que el pasado 21 de marzo se celebraba, entre otras cosas, el Día del Síndrome de Down y el Día de los Bosques. Mi vinculación con el Síndrome de Down es familiar puesto que mi cuñado Aitor es un claro ejemplo de persona con un trastorno genético en el cromosoma 21 que, al menos en su caso, se caracteriza por su afabilidad, alegría (salvo cuando pierde el Athletic), empeño en su trabajo (en un taller protegido de Lantegi Batuak), su apego a la familia y porqué no decirlo, su amor a la carne y muy especialmente, a la txuleta. Como buen león es un gran carnívoro que supera con creces los 8 kilos/año de carne de vacuno que consumimos como media los vascos (bastante más que los 5,19 kilos de media estatal) y mucho me temo que será uno de los pocos que compensará la reducción del 27% en los

La Pedroche

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Cuando yo era un crío mis padres en la Nochevieja, tras cenar con nosotros en casa, salían al añorado Bar Iñaxi comandado por el mítico JoxeMari Ezeiza a comer las uvas y tomarse sus copitas de cava mientras nosotros, los tres hermanos, nos quedábamos en casa viendo en la tele un programa que nosotros creíamos era en directo pero que, al parecer, estaba enlatado meses antes. Ahora, a pesar de lo que ha avanzado la tecnología, la tele sigue ofreciendo una gala musical enlatada tras una dura y competida campanada donde, lamentablemente, siguen destacando los vestidos (por llamarlo de alguna forma) de la Pedroche que, enseñando muslamen, tiene su patético pero glorioso momentico en el audímetro. Parece mentira que en pleno siglo XXI, una cadena tan correcta y respetable como Antena 3, siga recurriendo a semejantes recursos y nadie se escandalice. ¿Qué ocurriría si en vez de Antena 3 fuese la Trece de los obispos? ¿No les recuerda a las célebres mamachichos de Berlusconi? En fin,

Piensa mal y acertarás

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E l caluroso y húmedo verano ha provocado que muchos vascos, miles diría yo, nos hayamos visto afectados por sus incómodas consecuencias en nuestras casas y, así, los corros de humedad aparecen como nunca, las manchas de moho aparecen hasta en los sitios más inesperados e incluso las puertas hinchadas se niegan a cerrarse. Lo nunca visto. Sospecho que las empresas de tratamientos antihumedad y las tiendas de pinturas han hecho el agosto con la venta de productos destinados a dar fin a estas molestas consecuencias. Pues bien, salvando las distancias, quizás sea esta conjunción de factores, calor y humedad, los que hayan hecho más virulenta y palpable la expansión de la enfermedad del pino conocida popularmente como  banda marrón ( Lecanosticta acícola ) que afecta a las acículas (hojas) del pino, les produce unas lesiones, las deseca progresivamente, se van cayendo, el árbol se defolia, principalmente en su parte inferior y media, y cuando la defoliación supera el 25%, afecta

El Bien Común

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La nevada última ha provocado numerosos problemas en nuestra vida moderna, principalmente, en el momento de incorporarse al trabajo y aunque cada vez somos más los que podemos valernos del teletrabajo para sacar adelante diferentes labores, no me negarán que la gente anda, andamos diría yo, mareada con tanto aviso amarillo, naranja, rojo y no se yo qué otro color, todo el día con avisos por viento, olas altas, lluvias torrenciales, y así, lo único que conseguimos, además de tranquilizar la conciencia de algún responsable institucional y descargar las responsabilidades de alguna aseguradora, es volver loco al personal y que, al igual que yo, la gente desconecte mentalmente nada más oír el aviso en cuestión. Pues bien, dicho lo dicho, les cuento que hace pocos días acudí a una reunión del Foro Rural Mundial en Derio a compartir mesa con representantes agrarios tanto de América del Sur, Asia y África en la que se trataba la situación de la Agricultura Familiar en el mundo y las

Bicarbonato a tutiplén

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  Cada uno de nosotros tiene sus ideas, querencias y fobias particulares y por ello me extraña que mis seguidores críticos, que los tengo, se empeñen en subrayar en los comentario que envían mi particular fobia hacia los grupos ecologistas y/o conservacionistas cuando lo que realmente pretendo es, insistentemente además, es ensalzar y poner en valor el papel de los verdaderos ecologistas y/o conservacionistas que no son otros que los baserritarras. Con todo el respeto que se merecen todas las personas que trabajan en pro de un fin positivo, creo que los baserritarras, agricultores, ganaderos y forestalistas, hacen bastante más, con el sólo hecho de trabajar la tierra y la cabaña ganadera como lo vienen haciendo desde hace un porrón de años, bastante más decía que estos nuevos advenedizos que ponen el foco sobre los bichos y dejan fuera de su mirada lo más importante, el ser humano, en este caso, que vive y trabaja la tierra. Tal es la desfocalización de esta gente y tal el abu

¡Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros!

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El próximo viernes, 8 de mayo, arranca la campaña electoral para conformar, en nuestro caso al menos, los ayuntamientos y diputaciones forales y por ello, aunque no sea de obligado cumplimiento, me voy a autocensurar y procuraré no entrar en temas directamente ligados a la campaña en los dos próximos fines de semana, no vaya a ser que, aquellos que me leen con lupa, vean hasta lo que no está escrito. Ahora bien, antes de que den el chupinazo de campaña, he estimado conveniente hacer un ejercicio de empatía electoral, es decir, entendiendo la empatía como la capacidad cognitiva de percibir lo que otro individuo puede sentir, me gustaría ser capaz de ponerme en el lugar de esos cientos o miles de personas que viven en pueblos más o menos pequeños del territorio guipuzcoano, que viven vinculados, en mayor o menor medida, al mundo del caserío y de la actividad agraria y que en las anteriores elecciones, en el año 2011, optaron por un cambio radical en las políticas forales ha