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Mostrando las entradas etiquetadas como alimentación

La ola blanca

  La ola blanca Esta semana se celebra la gran feria internacional de turismo FITUR en Madrid. Dada la potencia del turismo en nuestro estado, el evento es una cita imprescindible para todos aquellos que, directa o indirectamente, viven o quieren vivir del turismo. Por allí, a semejanza de las pasarelas de moda, habidos de glamur y flashes de los medios de comunicación, desfilan todas las autoridades de la piel de toro. No falta ninguno. Ni los reyes, ni el ministro del ramo ni presidentes de comunidades autónomas, alcaldes, etc., nadie, incluso, acuden al evento, aquellos alcaldes (principalmente de izquierda) que se pasan todo el año hablando de las maldades del turismo, intensivo y masificado por supuesto, pero, que acuden raudos y veloces a eventos como éste con el único objetivo de atraer aun más gente para su localidad o territorio. Me dirán, ellos, que el turismo que ellos promocionan es un turismo respetuoso con la historia, cultura y patrimonio local, totalmente alejado de

La importancia del wifi para nuestra alimentación

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  Eres más triste que el frigorífico de un piso de estudiantes era la expresión típica que se utilizaba antiguamente para referirse al “alegre” de la cuadrilla y al parecer, no es algo del pasado, si no algo muy actual, si nos atenemos al anuncio que ha lanzado la compañía de telecomunicaciones Euskaltel. Digo esto por que hace unos pocos días, vi en el escaparate de una tienda de dicha firma, un anuncio dirigido a estudiantes en el que, se ilustraba con la foto de un frigorífico casi vacío, con un par de salchichas y medio limón, que daba más pena que frío, y para acompañar la triste foto, se insertaba la siguiente frasecita de marras: “Por lo menos, el wifi irá como un tiro”. Pues bien, si reflexionamos sobre lo que nos está diciendo el anuncio, caeremos en la cuenta que para los señores de Euskaltel, el servicio de wifi es algo básico mientras la alimentación pasa a ser algo secundario, cuando no prescindible. Un mensaje, espero que compartan mi valoración, inquietante. Ahora

Con su permiso, D. Felipe

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  Comienzo hoy emulando al gran Umbral con aquello de “yo he venido aquí a hablar de mi libro” y por ello, antes de que se me olvide, les recuerdo a mis queridos seguidores que 25 caseríos vascos, dentro de la iniciativa denominada ONGI ETORRI BASERRIRA (Bienvenidos al caserío) organizada por la organización agraria ENBA, en la que trabaja este juntaletras, van a abrir sus puertas los días 7 y 8 de julio para acoger a todas aquellas personas interesadas en conocer un poco más, cómo y dónde viven los baserritarras y cómo producen los alimentos que luego acaban en nuestras mesas. Es una iniciativa del sector, gratuita para los interesados pero que, dadas las limitaciones, deberán inscribirse previamente en la página www.ongietorribaserrira.eus . Las puertas abiertas no tienen más objetivo que tender puentes entre el mundo rural y urbano y fomentar el conocimiento mutuo para, entre todos, incrementar la concienciación de la gente para con la alimentación y evitar episodios, puntuales p

La mesa de Arantxa

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  En casa de Arantxa, tienen un gran problema. La mesa de la cocina, alrededor de la que se juntan todos los miembros de la familia para comer y celebrar los acontecimientos familiares, cojea en exceso y por ello, tras analizarla detenidamente, Arantxa he decidido ponerle un calce y acabar, al menos temporalmente, con el problema de la cojera y con la molestia que supone que los platos y cazuelas bailoteen sin control. Eso sí, Arantxa es consciente que el calce no es más que un parcheo, una solución temporal y que la mesa requiere de una solución más radical pero valida para siempre, o al menos, para un buen tiempo. Algo así ocurre, si me permiten la licencia pseudoliteraria, con la mesa de la alimentación moderna donde se nutre el total de la población y que se mantiene, a trancas y barrancas, con una, dos, tres o cuatro patas, dependiendo del modelo de mesa que usted elija. El sistema alimentario moderno, el mercado, la industria agroalimentaria, el sector productor, las po

Las burradas de Don Juan

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  Llevo semanas o meses diría yo, flipando en colores con las ocurrencias de las ministras de Podemos que, conscientes del problema que tienen los colectivos más vulnerables para poder alimentarse saludablemente, lanzan, día sí y día también, ocurrencias a la plaza pública para, únicamente, no perder hueco en los medios de comunicación. En esas estamos, cuando el gobierno francés, acorralado por las protestas ante su proyecto de retrasar la edad de jubilación y temeroso de que dichas protestan puedan derivar en algo más general y profundo, sale a la palestra anunciando un acuerdo entre el ejecutivo galo y las cadenas de distribución para crear una cesta de productos “antiinflación” donde cada cadena podrá determinar, libremente, qué productos incorporar y cuáles son los precios ofertados. Cómo no, todo ello, en la chauvinista Francia, irá etiquetado con la bandera francesa y con el texto común “trimestre antiinflación”. El ministro galo, además, se permitió el feo para con el go

Gastronomía sin alma

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  Toni Massanés es un elemento de cuidado. Además de director general de la Fundació Alicia (ALImentación y cienCIA), es un reconocido y laureado gastrónomo, a lo que hay que sumarle su faceta divulgadora, que desarrolla con maestría en diferentes medios de comunicación. Les invito a seguirle, entre otros sitios, en el diario catalán La Vanguardia. Pues bien, Toni escribió a mediados del mes de enero, tras el anuncio del cierre del archipremiado restaurante danés NOMA, un artículo titulado ¿No más Noma?, que lo remataba con una reflexión que, tras interpelarme, no tengo más remedio que reproducirla literalmente: “ les confieso que, a mí, la sostenibilidad que me preocupa es la de las decenas de miles de pequeños restaurantes, fondas y casas de comidas independientes que dan vida a los barrios y los pueblos” y ahora, hace unos pocos días, en su artículo “La crisis de la clase media”, ha vuelto a incidir en su teoría afirmando que “ Lo que necesitan nuestros municipios, nuestro patrim

A lo fácil

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  Tras su imagen angelical y ñoña, Nadia, se esconde una persona muy capacitada, bien formada, funcionaria de alto nivel y bregada en las arduas negociaciones de las instituciones comunitarias lo que, imagino, le habrá aportado una gran experiencia en la arena política que, dicho sea de paso, le vendrá de perlas, para la lucha sin cuartel que se presencia en el Congreso español, día sí y día también. Pues bien, esta señora, Nadia Calviño, ministra de Economía y además vicepresidenta primera del Gobierno Central, ha sorprendido a toda la población con su faceta cómica, al revelar en el hemiciclo que ella, cuando va a hacer la compra, va buscando las ofertas y además afirma que ella, ya nota la bajada en los precios a consecuencia de las medidas en el IVA que ella misma ha impulsado. No me negarán que la ministra no es salada, cachonda, chisposa y todos los calificativos que quieran añadir. Soltar la que soltó, la verdad, es reírse a la cara de la gente, de la gran mayoría que, frecu

La casa de Yolanda

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  Yolanda Díaz, la ministra de Trabajo y Economía Social, además de trastocarme el tema que pretendía abordar esta semana, me ha demostrado que tiene un magnífico olfato político. Ella, además de su acción institucional, se dedica en cuerpo y alma a la noble tarea de sumar gente para su causa, que no es otra que la plataforma política llamada SUMAR. Ella, deseosa de sumar a su plataforma a todos los progresistas de la faz de la tierra que se autoubiquen a la izquierda del PSOE, sabedora que el propio presidente, Pedro Sánchez, está en “modo mitin” y aprovechando que el ministro del agro, mi amigo Luis Planas, se halla inmerso en su sempiterna siesta, se saca de la chistera la propuesta de establecer límites superiores al precio de venta al público, PVP, al menos, de unas pocas decenas de productos básicos, principalmente, alimentos. La primera cuestión que me surge es, esta propuesta, o debate-trampa como diría el ínclito Mayor Oreja, ¿es una iniciativa particular de esta ministra,

Estrategas

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  La guerra de Ucrania, además de los efectos energéticos de la invasión y de aquellos otros efectos que, aún no teniendo relación directa con el conflicto, son atribuidos al mismo, ha puesto sobre la mesa la cuestión alimentaria y la falta de una estrategia alimentaria por parte de la Unión Europea. Europa, la sociedad europea y su opinión pública y publicada, ha caído en la cuenta de que la base de su alimentación depende de otros países, otros continentes, que carecen de la estabilidad política y socioeconómica que garantice una cierta normalidad en las relaciones comerciales. La COVID, con sus restricciones al movimiento de mercancías y personas, dejó bien a las claras que la política industrial estaba atada, de pies y manos, de países y/o continentes terceros, a todas luces, incontrolables. La invasión rusa, asimismo, nos ha puesto en evidencia, con gran crudeza, que nuestras fuentes energéticas y las materias primas básicas de nuestra alimentación dependen, en gran medida, de

Los nuevos ricos

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  Hace unos años, coincidiendo con mi época de alcalde en Legorreta, vivimos un curioso fenómeno en el pueblo con unos contenedores de basura que, de motu propio, por la noche, se movían de un lado a otro. Al parecer había vecinos que, molestos por el olor que despedían, optaban por alejarlos hasta unos puntos más lejanos. Conscientes de la problemática, decidimos alejar notablemente los contenedores de esos puntos, al parecer, molestos y los desplazamos hacia zonas menos pobladas. Inmediatamente comprobamos que esta solución tampoco les satisfacía dado que consideraban que, con la nueva ubicación, estaban demasiado lejos para el momento en que había que depositar la bolsa de basura. Al parecer este fenómeno, tal y como leo en el prometedor libro que acabo de comenzar, Ciudades Hambrientas de la arquitecta Carolyn Steel, se denomina NIMBY que significa “Not in my back yard” (No en mi patio trasero) y se utiliza para ilustrar ese fenómeno, cada vez más habitual en nuestra sociedad m

Tras la cortina

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  Un país de pandereta es la expresión más común, y más apropiada, para definir la actitud de una gran parte del Estado. Mientras el país pasa una grave crisis sanitaria a cuenta de la pandemia y un momento económico y social, más que delicado, por una recuperación que no acaba de coger velocidad de crucero, tal y como auguraban, los gurus en la materia, el pópulo, y su derivada en el coso político, anda entretenido, acuérdese de aquello de pan y circo, con la nueva pareja de Urdangarin y con el culebrón de las votaciones del Benidormfest. Ahora bien, para entretenimiento con votaciones, tampoco es que haya que ir a ningún programa televisivo puesto que espectáculo, tan entretenido como bochornoso y lamentable, es el que nos han ofrecido los políticos, algunos al menos, con la votación final de la Reforma Laboral. Como en los mejores thrillers, tensión hasta el último segundo, dos medio transfugas navarros y un error popular, hicieron que los ujieres del Congreso tuviesen todos los de

Mojarse hasta las cachas

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  El invierno, en mi caso, comienza todos los años con dos “acontecimientos”; por una parte, a primeros del mes de Noviembre, cuando la familia Segurola del caserío Elosiaga de Azpeitia pasa con su rebaño por delante de nuestra casa en su viaje de retorno a casa tras haber pasado el verano, que no veraneo, en los pastos montanos de Aralar donde, aquí va mi píldora publicitaria, elabora un sabroso queso cuyo nombre, Beltzulegi, hace honor a la txabola de la sierra. El segundo acontecimiento es la alubiada en el Restaurante Arregi de Berastegi donde la familia del mismo nombre nos agasaja con unas alubias de Tolosa, riquísimas, acompañadas de los sacramentos (morcilla, chorizo, etc.), no apta para veganos, que redondeamos, al menos en mi caso, con la mejora tarta de queso del mundo mundial. Como verán, como buen vasco, mi calendario anual viene jalonado de acontecimientos y eventos, muchos de ellos, ligados con el sector primario y la gastronomía. Por cierto hablando de buenos vas

Envidia cochina

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  No entiendo nada, o casi nada. Lo tengo que reconocer, tanto discreta como públicamente. Para una persona de letras como yo, resulta harto imposible asimilar qué es lo que realmente está ocurriendo con la subida de la electricidad, además de otras materias primas de las que dependemos, como sociedad, para la buena marcha de la actividad económica y de nuestras vidas. Como decía, no entiendo nada, o mejor dicho, no alcanzo a comprender la cuestión en su integridad dada su complejidad y observo perplejo, cómo este tema, también, es motivo de disputa política entre aquellos que pretenden solucionar el tema con soluciones tan populares como simplonas, aquellos otros que niegan cualquier posibilidad de intervención pública plegándose, de hecho, a los caprichos de esos pocos que controlan el mercado o aquellos otros que intentan mantener un cierto equilibrio entre ambas posturas y son tildados de mingafrías por los liberales o de serviles por esos populistas, fans de Robin Hood. En fin

Volver a las andadas

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  Quizás no se haya dado cuenta pero, por si acaso, se lo confirmo, ya estamos oficialmente inmersos en la nueva normalidad. Digo oficialmente, por que lo que es en la realidad, creo no equivocarme si afirmo que nos encontramos, nuevamente, inmersos en la vieja normalidad. Esa vieja normalidad que vuelve con toda su fuerza que se traduce en la recuperación de esas viejas costumbres que, mientras duró el confinamiento y el año y medio largo que nos han tenido semi-encerrados, denostábamos y rechazábamos como costumbres de una era que no volvería o como hábitos de los que renegábamos por considerarlos como claro exponentes de los viejos tiempos que creíamos superados. En ese largo periodo protagonizado por el virus pusimos en valor el territorio más cercano, nuestros pueblos y con ello, el turismo local, ahora, con la nueva libertad, nos echamos en plancha a las plataformas digitales a coger vuelos al extranjero (sin contaminar, por supuesto) , no vaya a ser que uno sea el único que

Esenciales

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  Ahora que se acaba el estado de alarma y que la libertad, tras el ayusazo, ha recuperado protagonismo en el debate político, la cuestión es que la libertad, sobre todo, de movimientos y actividades además de los derechos básicos, ha sido, al parecer, la palanca que ha utilizado, con acierto, la nueva lideresa. Ahora, queda por ver, si lo que queremos es libertad o libertinaje y confiemos en que, en pocas semanas, no tengamos que lamentar las consecuencias de nuestra falta de responsabilidad. Cuesta hacerse a la idea, pero hace un año, en los inicios de la pandemia, los máximos responsables políticos de todos los niveles y gobiernos, unánimemente, reconocieron, incluso lo recogieron, negro sobre blanco, en el plenipotente BOE, el carácter esencial de la agricultura y de los productores. Es más, soy de la opinión de que además de la oficialidad, hubo una fuerte concienciación de la sociedad sobre la importancia de la alimentación, de la cadena alimentaria en su globalidad y muy espec

El teléfono del gran Gila

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  Con un teléfono en la mano, calzado el casco militar y en medio de una refriega bélica, el inolvidable humorista Gila preguntaba a aquel que quisiera escucharle, ¿es el enemigo? ¡que si ustedes podrían parar la guerra un momento!   . El de Gila, es un recuerdo inevitable, cuando pretendo hablar de la guerra comercial que acaba de estallar entre las principales cadenas de distribución. Según la consultora Kantar Worldpanel que controla, cual Gran Hermano, todos los movimientos y tendencias de consumo de nosotros los consumidores, en el año 2020 se  inició una batalla campal, cuchillo en ristre, donde las cadenas se han peleado por un consumidor que se comportaba de una forma totalmente diferente a la época pre-Covid y en función de la cambiante normativa sobre movilidad que ha ido cambiando, obviamente, en sintonía con la situación sanitaria. Hoy, más allá de la visión general, quisiera fijar la mirada en los cambios y movimientos que durante el año 2020 se han dado en la gran dis

El irónico Bill

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  La semana pasada recurrí a un ejercicio de ficción para dar cuenta del malestar generado en el medio rural, principalmente entre los productores, por la creciente e imparable maraña normativa que se aprueba desde la distancia y desde la perspectiva y mentalidad urbana para su posterior aplicación en el rural. Si ese artículo de ficción disgustó a más de uno, no quiero ni imaginar lo que pensarán al comprobar cómo la carne artificial o sintética, que hasta hace bien poco era más o menos algo más propio de una película de ciencia ficción, comienza a tener visos de llegar al mercado y consiguientemente, a nuestros platos. La carne artificial es presentada a la sociedad en general como la solución ideal ante la grave crisis climática que vivimos y como uno de los pilares en la lucha contra el cambio climático puesto que, según algunos, la ganadería es uno de los grandes emisores de gases de efecto invernadero. Pues bien, los grandes fondos de inversión de escala mundial, tras haber

La Cucaracha

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  Hace unos quince días, exactamente el 21 de septiembre, fue el Día Mundial del Alzheimer. Un día señalado en mi casa puesto que mi padre murió por ello tras 10 intensos años de enfermedad. Los primeros años, más allá del duro momento en que dejó de reconocernos a los de casa, fueron buenos y tengo que reconocer que en esos largos primeros años llegué a conocer la faceta alegre de un hombre, mi padre, cuya vida hasta casi los 80 años, estaba dedicada en pleno al trabajo. Menudas tardes nos pasábamos escuchando sus canturriadas. Al final de su vida, la enfermedad mostró su peor cara y hasta las pequeñas cosas del día a día eran una auténtica tortura y así, ante su reducida movilidad, llegó un momento en el que tuve que recurrir a la música para animarle a que se levantase de la cama y poder acercarlo hasta la ducha (¡ducha-lucha, decía él!). Era entonar la canción de la Cucaracha y sus piernecillas se ponían en marcha en dirección hacia la ducha. Por el contrario, sin Cucaracha,

Cerca, muy cerquita

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Cuando yo era un crío, en mi casa el espacio central era la cocina. Había un comedor, con unos muebles muy pomposos que había hecho mi padre, carpintero por más señas y que durante muchos años, sólo se utilizaba un día al año, en la comida familiar de las fiestas patronales. Aún así, mi madre limpiaba el comedor todas las semanas y los muebles relucían como si fuesen plata de ley. Como decía, el espacio central de nuestra casa era la cocina y en ella se cocinaba, se veía la televisión, la única, charlábamos, discutíamos e incluso, hacía los deberes de la escuela. En las casas de hoy, y quizás más hace una década que ahora mismo, la cocina ha sido reducida a su mínima expresión y tanto es así que, más allá de leyendas urbanas, se asume con total naturalidad que se hagan casas con la nano-cocina únicamente equipada con el microondas para calentar lo que previamente se ha comprado, precocinado y envuelto en el infinito plástico, en el supermercado de la esquina. Cocinar y/o cale

Cagando y sin papel

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Llego al día de hoy, domingo de Pascua, Aberri Eguna (Día de la Patria) para los patriotas vascos, con el ánimo alicaído y la mente magullada. El confinamiento, a pesar de que lo soporto relativamente bien, está haciendo mella. Llego a la celebración de hoy, tras un par de semanas de locura recluido en el manicomio de Ciempozuelos que es donde se ambienta el magnífico libro de Almudena Grandes, La Madre de Frankestein, donde las paranoias de Aurora y las ansias de libertad de sus protagonistas chocan con la asfixia impuesta por la dictadura franquista para aquellos que no comulgaban con sus ideas. Los vascos, al menos los nacionalistas, allá por el año 1933 ya uníamos nuestro destino como pueblo al proyecto europeo por lo que estos días, más allá del Coronavirus y de sus dramáticas consecuencias, me resulta doblemente doloroso comprobar la debilidad del proyecto común europeo y la visión cortoplacista de muchos de sus líderes. Duele observar cómo las instituciones europeas,